EL NIÑO QUE SABÍA SOÑAR
Era muy dulce verlo saltar como si alrededor de un barco estuviese, lo hacía incluso en la bañera todo arrugado y empapado en agua, pues le encantaba el sonido de sus brazos y piernas al chapotear, no es que esto le hiciese mucha gracia a su madre pero ver disfrutar a su hijo le importaba más que cualquier suelo encharcado, por eso llamar magia a su risa se le antojaba un término más que adecuado.
A Pablo que así se llamaba el niño le encantaba ver enfurruñada a su madre cuando aquel líquido amarillo manchaba su alfombra nueva; entonces él iba a “hablar” con su perro sobre los paseos de este, el porqué no debía hacer pis dentro de casa y sobre la prohibición de que algo amarillo y caliente humedeciera la pata del sofá de su padre ¡era toda una fantasía soñar que le contestaba en su propio idioma!.
Un día ambos se pusieron a jugar alrededor del columpio, era un día muy soleado y bonito por lo que se pasaron allí la tarde disfrutando de la temperatura y de un sinfín de carreras que acabaron agotándolos hasta tal punto que Pablo y su perro se quedaron dormidos junto al tronco del manzano que había en su jardín, cuando su madre los vio se enterneció y suavemente intentando no sobresaltar a su hijo le dio un beso en la frente y le susurró:
Un día ambos se pusieron a jugar alrededor del columpio, era un día muy soleado y bonito por lo que se pasaron allí la tarde disfrutando de la temperatura y de un sinfín de carreras que acabaron agotándolos hasta tal punto que Pablo y su perro se quedaron dormidos junto al tronco del manzano que había en su jardín, cuando su madre los vio se enterneció y suavemente intentando no sobresaltar a su hijo le dio un beso en la frente y le susurró:
-Pablo, cariño, despierta y vamos a la cama que tienes que soñar muchas cosas bonitas como dicen los angelitos.
El niño le hizo caso, se desperezó y madre, hijo y perro se fueron a dormir.
A la mañana siguiente después de prepararse para ir al cole se montaron en el precioso coche familiar que sus padres habían comprado la semana anterior, era estupendo estrenar coche, a Pablo le entusiasmaba pensar en cómo le contaría a sus amigos lo mucho que le gustaba estar sentado en los nuevos asientos de cuero de su papá, todos alucinarían. Ese mismo día después de una mañana de clases repletas de enseñanzas y juegos, Gema que así se llamaba la mamá de Pablo le dijo:
-Hijo, ve a ducharte antes de comer que vienes sucísimo de tanto arrastrarte por el patio y ponte el albornoz para ir a tu habitación o te quedarás frío.
-Ya lo sé mamá no hace falta que me lo digas todos los días, soy un niño grande y se hacerlo solo-le contestó enfurruñado a su madre-.

Os preguntareis porque este niño era tan valiente como al principio os he anticipado y esto se demuestra contando lo que aconteció a continuación tras ese breve pero extraño encuentro que cambió la vida de Pablo y su familia para siempre.

Cuando estaba en lo mejor de aquel sueño Pablo se despertó encima del ya poco pastel que su madre había preparado para su cumpleaños, había comido demasiado y se había quedado "sopa" se carcajeó al pensar que todo había sido un sueño, ser un superhéroe con mallot amarillo era mucho mejor que estar en boca de todos por ser un zampón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario