EL BOTE DE ESPECIAS
Durante la más fría noche de invierno que os podáis imaginar ocurrió algo sorprendente; Estábamos todos los miembros de la familia reunidos alrededor de la mesa a punto de comenzar nuestro tradicional banquete del pescado, antiquísima tradición que celebrábamos por 100ª vez en la historia según mi tía Cloti en la que se comen hasta las raspas de las sardinas, cuando de pronto noté como algo en la habitación cambiaba , no sé si fue el olor, el clima, las luces, las conversaciones convertidas en murmuraciones...pero mi instinto me hizo mirar al abuelo, y la imagen que apareció ante mí me dejó estupefacto, ¡mi abuelo se había convertido en gato!, pero no cualquier gato ¡no¡, no al menos uno de esos callejeros con poco pelaje y mucha suciedad, era más bien algo parecido al gato de Alicia en el país de las maravillas, gordito, con un pelo suave y sedoso, un millar de rayas, un color indefinido entre el violeta y el amarillo y una sonrisa en la cara de las que no sabes si te asustan o te divierten.
Todos nos miramos sin saber muy bien cómo actuar o lo que allí había ocurrido, o eso pensé yo en ese momento, pues sin siquiera poder asimilarlo toda mi amplia familia, uno a uno, comenzaron a transformarse en gatos de diversos colores y tamaños pero muy parecidos al que con anterioridad había sustituido a mi abuelo, no podía creer lo que mis ojos querían mostrarme debía de encontrarme en una especie de sueño extraño debido a la abundante comilona que me había dado, pero no todo acabó ahí, mi abuelo se acercó a mí, se puso a restregarse suavemente contra mi pierna, y me dijo (si si, ¡habló!) con la voz más clara y profunda que nunca le había escuchado:

-¡Quiero probarlo! ¡Quiero probarlo!¡que guay! Creo que por fin esta familia empieza a molar.
Y fue en ese momento tras un gran bocado a la sardina más grande cuando Nico se convirtió en el gato más bonito y sonriente que os podáis imaginar.
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